El refresco

Autor: Edgar Sega / Etiquetas:

Al ver que se abría la puerta, la chica salió en un santiamén, desorientada y con un velo de niebla en los ojos. Tiritaba con violencia, provocando que la escarcha que cubría su piel escapara de su cuerpo desnudo. Empezó a recuperar la vista para toparse de frente con la mirada de su anfitrión, tan oscura como una noche eterna. Escapó de ella dirigiendo los ojos hacia abajo. Sus pechos, otrora hermosos, tenían un aspecto horrible. Estaban morados y con los pezones tan duros a causa del frío que pensaba que podrían romperse al mínimo roce.
      —¿Yaaa… esss… tá? —pareció sonar entre el castañeo de sus dientes.
      Él no respondió. Le puso el termómetro a escasos milímetros de la frente y midió su temperatura corporal: veinticuatro grados.
      —Solo cinco minutos más, querida, en verano me gusta un poco más fresca —se relamió el vampiro mientras la metía de nuevo en la cámara frigorífica.

Mis 15 minutos de fama

Autor: Edgar Sega / Etiquetas: ,

Cuelgo de la cornisa, con una multitud bajo mis pies y la prensa a punto de aparecer. Por fin daré mi salto triunfal. Desde la plaza, una voz arrastra al público con ella: «¡Va a quemarse a lo bonzo!»
       Cabizbajo, me descuelgo sobre mi ventana. En la tele, alguien arde y yo aplaudo entusiasmado.

La nevera secreta

Autor: Edgar Sega / Etiquetas:

Poseía la temperatura y humedad necesaria para que pudieran desarrollarse en su interior. La materia para su cultivo la aportaban los cuerpos de los adictos al ácido que entraban en la morgue sin que nadie les echara de menos. ¿El resultado? Las mejores setas alucinógenas del país.

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