Juan nunca imaginó que volvería a marcar ese número de
teléfono.
—José, ha habido un accidente, tienes que venir.
Al reencontrarse se abrazaron y lloraron juntos; durante
horas. Su madre solía decir: «Mis niños volverán a quererse, aunque sea lo último
que haga.»
Y la Isidora nunca se equivocaba.